Lo tangible y lo intangible de la arquitectura
Después de veinte minutos caminando calle arriba llegamos a una sencilla verja con un pequeño letrero que nos indica que hemos alcanzado nuestro destino. El corazón me da un vuelco y empieza a latir con más velocidad. Miro a mi alrededor en busca de pistas. ¡Nada!, la frondosa vegetación me impide toda visión, los nervios aumentan. Llevaba tiempo esperando este momento, las expectativas son altas.
Una primera visión de un edificio nos da una respuesta de lo tangible, aquello que podemos ver y tocar. Lo meramente físico: sus formas, sus espacios, sus colores y sus texturas. Es la arquitectura la disciplina encargada de llevar las ideas a la realidad.
Sobre un prado verde intenso, que siempre imaginé mucho mayor, aparece un volumen blanco descansando sobre pilotis. Ahí está, uno de los edificios más representativos de la Arquitectura Moderna. Quedo atónita, he estudiado en la escuela cada centímetro de ese edificio.
Construido en 1929, y proyectado por Le Corbusier. La Ville Saboye es considerada el paradigma del Estilo Internacional, el conjunto de arquitecturas más puristas del Movimiento Moderno. Surgido a principios del siglo XX, el Movimiento Moderno se caracteriza por una ruptura con el estilo, las técnicas y los materiales de construcción usados hasta el momento. La ausencia de ornamento, las formas puras y los grandes huecos, acompañados de unos materiales novedosos como son el hormigón armado, el acero y los grandes paños de vidrio.
Me vienen a la cabeza de inmediato los cinco puntos para la nueva arquitectura que aporta Le Corbusier, y que podemos observar claramente en esta obra maestra:
- Edificio sobre pilotis. Lo que significa una planta baja libre. Dejando el coche por debajo.
- Cubierta plana ajardinada.
- Planta libre. Espacios interiores diáfano, gracias a un sistema estructural de pilotis, la compartimentación interior no queda condicionada.
- Ventana corrida. El nuevo sistema estructural nos permite huecos grandes.
- Fachada libre. La estructura queda independiente del cerramiento, permite un diseño libre de esta.
Pero quiero continuar más allá, quiero hablar de sensaciones y sentimientos. Quiero hablar de aquello que nos hace sentir la arquitectura. Andar descalzo sobre el mármol, sentarse sobre un suelo de madera, sentir la brisa de una ventilación cruzada bien planteada o recibir la luz de un lucernario sobre el cuerpo. La sensación de vivir la arquitectura de día o de noche. Cuando entramos en contacto con ella ponemos en marcha todos nuestros sentidos. Es por tanto lo intangible de la arquitectura lo que le da un valor añadido y la dota de alma.
Y allí estábamos, sentados sobre las diferentes chaise-longue y sillones distribuidos por el salón, contemplando a través de una gran cristalera la cubierta-jardín. Un exterior verde y privado, protegido de la vista pero descubierto. Recibiendo el sol del invierno en la cara. Y fue ahí cuando sentí la arquitectura. Y es justo, en ese momento que podemos decir que el trabajo del arquitecto ha llegado a buen fin.
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